Cuando hablamos de ignifugación, la gente piensa inmediatamente en vigas de acero. Pero la protección pasiva contra incendios es un concepto que abarca todos los materiales constructivos, incluso aquellos que creemos naturalmente resistentes o que queremos dejar a la vista. Es hora de desmentir el mito.
1. El Encanto y la Debilidad de la Madera:
La madera es estructuralmente robusta y estéticamente cálida. El desafío es su combustibilidad.
La Solución: Los Barnices Intumescentes son la opción estrella. Permiten proteger la estructura de madera o los elementos decorativos sin ocultar su belleza natural (vetas y textura). Al calentarse, actúan igual que la pintura intumescente del acero, formando una capa que aísla la madera y frena la combustión, aportando la resistencia al fuego exigida (ej: EI 30, EI 60).
2. El ‘Fuerte’ pero Vulnerable Hormigón:
El hormigón es un material no combustible, sí. Pero no es invencible.
El Problema: A altas temperaturas, el hormigón puede sufrir un fenómeno llamado «espaldeamiento» (o spalling), donde capas de material explotan o se desprenden debido a la presión del vapor de agua atrapado dentro. Esto expone el acero de refuerzo (las varillas) al calor directo, lo que lleva al colapso.
La Solución: Morteros proyectados a base de vermiculita o perlita pueden aplicarse para proporcionar un aislamiento térmico adicional y proteger el hormigón, manteniendo la integridad del refuerzo metálico.
3. El Enemigo Invisible: Humo y Compartimentación
El fuego mata, pero el humo asfixia antes. La ignifugación también incluye la compartimentación. Es decir, crear barreras sólidas para que ni el fuego ni el humo pasen.
La Aplicación: El sellado de pasos de instalaciones (cables, tuberías, conductos de ventilación) que atraviesan paredes o forjados resistentes al fuego es vital. Estos sellados se realizan con masillas, bloques o collarines intumescentes que se expanden para cerrar el agujero al contacto con el calor, manteniendo la compartimentación del edificio.